El lapicero y la goma

Hace unos cuantos años, en la habitación de una niña bastante pobre, había como único mobiliario una cama, una estantería y la mesa con su sillita para estudiar.
Sobre la mesa reposaban algunos papeles y sobre ellos un lapicero y una goma de borrar verde. Estaban muy orgullosos porque dominaban la escritura y a menudo hablaban:
- Buenos días, amigo. Hoy es lunes y la jovencita nos llevará al colegio a escribir sus trabajos.
- Oye, también se equivocará en sus cuentas y yo la ayudaré a rectificar.
- Es cierto ¡somos indispensables!
- Los instrumentos necesarios para la escritura.
Mientras, la niña los metió en su bolsillo y al llegar a la escuela los sacó.
- Libres y ¡listos para comenzar!- decía orgulloso el lápiz.
- Mira, parece que llega el maestro.
- Fíjate y lo sabrás- dijo la goma al tiempo que señalaba una larga cola de niños- mira todos los que llegan tarde.
- ¡Uf! No me gustaría ser el lápiz del profe y tener que apuntar todo eso.
- Pues menos mal que muy pocas veces llega tarde nuestra niña, que sino yo tendría que borrar todo su cuaderno y tú volverlo a empezar
Así pasaban los días, hasta que un viernes:
- Guau, qué pequeñito te has quedado.
- Esa maldita niña me ha gastado mucho, aprieta tanto que mi pobre y frágil mina se casca y está venga maldecirla y a sacar punta ¡Ay pobre de mí! ¿en qué me voy a quedar?
- Vamos, vamos ¡que no es para tanto! ¡alégrate! Que ya es viernes y...
- Los viernes es peor, la pequeña tiene muchos deberes y sólo me tiene a mí.
Pasaron los años. Un día los lapiceros despertaron muy asustados:
- ¡Ay, ay, ay! He soñado que nos sustituían por unos cacharros de plástico, con goma incorporada muy mala y con una punta finísima- se lamentaba uno.
- Que horror, no serán capaces- dice horrorizado su compañero
- Claro que lo son- replica otro- ¡ya han llegado a utilizar los bolis más que a nosotros!
- No veo por qué, los bolis manchan mucho más y encima sin avisar ¡explotan!- dice el primero.
- No me gustaría entrometerme- dijo apocado un bolígrafo ya casi sin tinta- pero tenéis que saber que nosotros no pretendíamos fastidiaros, sólo llegamos a la Tierra por error ¡y nos han secuestrado! Nos gastan antes de llegar a adultos.
- Bueno, te comprendemos, o por lo menos yo sí, si quieres unirte a la rebelión, puedes- contestó amablemente al bolígrafo uno de los lapiceros más gastados.

 

Así fue como cuando la dueña introdujo en el bote de lápices y bolis un portaminas muy presumido, bolígrafos y lapiceros gritaron al recién llegado:
- ¡Márchate! ¡No nos quites el puesto!
- Fuera, fuera, si no te vas tú te echaremos nosotros.
- ¡Vamos amigos, todos juntos!- dijo un lápiz a la vez que todos agarraban al nuevo- uno, dos y ... ¡tres! ¡a la papelera!
Al llegar la niña y ver al portaminas en la papelera, comprendió el mensaje, se lo regaló a una amiga suya y ella siguió escribiendo ... ¡a la antigua usanza! (lápiz, goma, sacapuntas y bolígrafo)


Cuento e ilustración de Marina C. 6º E. P.


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